jueves, 15 de octubre de 2020

CULTOS | Triduo en honor a María Santísima de las Penas, primer día.

 


Primer día del triduo en honor a María Santísima de las Penas.

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Festividad de Santa Teresa de Jesús


 Hoy es la festividad de Santa Teresa de Jesús, santa que da nombre a nuestra iglesia.


Una breve referencia de su vida.


Nace en Ávila el 28 de Marzo de 1515, en la casa señorial de Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz Dávila de Ahumada. Eran 10 los hermanos de Teresa y 2 los hermanastros, pues su padre tuvo dos hijos en un matrimonio anterior.
Es bautizada el 4 de Abril del mismo año.
Desde muy pequeña manifestó interés por las vidas de los santos y las gestas de caballería. A los 6 años  llegó a iniciar una fuga con su hermano Rodrigo para convertirse en mártir en tierra de moros, pero fue frustrada por su tío que los descubre aún a vista de las murallas.
Juegan entonces a ser ermitaños haciéndose una cabaña en el huerto de la casa.
Reina entonces en España un espíritu de aventura y conquista: parten guerreros a Flandes, conquistadores a América, y la literatura vive de este espíritu. En manos de Teresa caen algunos de estos libros y entonces ella sueña con ser una de las damas que se acicalan y perfuman para sus galanes ilustres. El coqueteo le gusta, pues encuentra además la complicidad de sus primas y la corteja un primo suyo.
Su madre muere en 1528 contando ella 13 años, y pide entonces a la Virgen que la adopte hija suya. Sin embargo sigue siendo “… enemiguísima de ser monja,” (Vida 2,8), y al ver su padre con malos ojos su relación con su primo, decide internarla en 1531 en el colegio de Gracia, regido por agustinas, donde ella echará de menos a su primo pero se encontrará muy a gusto.
A medida que se hace mayor, la vocación religiosa se le va planteando como una alternativa, aunque en lucha con el atractivo del mundo.
Su hermano Rodrigo parte a América, su hermana María al matrimonio y una amiga suya ingresa en La Encarnación. Con ella mantendrá largas conversaciones que la llevan al convencimiento de su vocación, ingresando, con la oposición de su padre, en 1535.
Dos años después, en 1537, sufre una dura enfermedad, que provoca que su padre la saque de la Encarnación para darle cuidados médicos, pero no mejora y llega a estar 4 días inconsciente, todo el mundo la da por muerta. Finalmente se recupera y puede volver a La Encarnación dos años despues en 1539, aunque tullida por las secuelas, tardará en valerse por sí misma alrededor de 3 años.
Muere su padre en 1544.
La vida conventual era entonces muy relajada con cerca de 200 monjas en el monasterio y gran libertad para salir y recibir visitantes. Teresa tenía un vago descontento con este régimen tan abierto, pero estaba muy cómoda en su amplia celda con bonitas vistas, y con la vida social que le permitían las salidas y las visitas en el locutorio.
En la cuaresma del año 1554, contando ella 39 años y 19 como religiosa llora ante un Cristo llagado pidiéndole fuerzas para no ofenderle. Desde este momento su oración mental se llena de visiones y estados sobrenaturales, aunque alternados siempre con periodos de sequedad.
Aunque recibe muchas visiones y experiencias místicas elevadas, es una visión muy viva y terrible del infierno la que le produce el anhelo de querer vivir su entrega religiosa con todo su rigor y perfección, llevándola a la reforma del Carmelo y la primera fundación.
Esta primera fundación será una aventura burocrática y humana con muchos altibajos: su confesor aprueba un día y reprueba otro, el Provincial apoya con entusiasmo, para luego retirarse, y el Obispo que nunca había dudado de Santa Teresa, llegado el momento titubea. En un momento parece que todo fracasa y Teresa, siempre obediente, se retira a su celda sin nada poder hacer, aunque Doña Guiomar de Ulloa y el Padre Ibáñez logran de Roma la autorización.
Por obediencia parte entonces a Toledo varios meses, para consolar a la viuda Luisa de la Cerda. Esta distancia favorecerá los progresos del monasterio de San José de Ávila, que continúan con mayor discreción, a escondidas, a pesar de los rumores. Regresará para encontrarse con el breve del Papa.
Fundado el 24 de Agosto de 1562, encuentra una terrible hostilidad, proveniente de la Iglesia que ve ninguneada su autoridad, se alzan algunas voces pidiendo el derribo del nuevo convento, toda la ciudad está alborotada, y Teresa debe abandonarlo dejando a las cuatro novicias solas, para volver a su celda de La Encarnación. Sólo se podrá incorporar un año después de su fundación, dejando la celda amplia y las comodidades de La Encarnación por las estrecheces de San José de Ávila, pequeño y austero hasta el extremo.
Por mucho tiempo parece que la fundación de la nueva orden tendría sólo este monasterio, hasta que Teresa vuelve a llorar al saber que las necesidades de misiones en América son importantes. Escucha entonces en oración: “…Espera un poco hija, y verás grandes cosas.”, y poco después le llegan instrucciones y autorización para fundar más conventos.
Comienza aquí una intensa actividad de Santa Teresa que sólo termina con su muerte, en la que compaginará el gobierno de su orden, con las fundaciones de nuevos conventos y la redacción de sus libros, sin perder nunca el buen ánimo ni la esperanza, en la confianza de que no era su voluntad lo que estaba cumpliendo y que le llegarían los apoyos que necesitara, como así fue en todo momento.
Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580),  Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582), en el año de su muerte.
La fundación de Granada la hizo Ana de Jesús, aunque en vida de la Santa, por lo que no siempre aparece en las enumeraciones.
A  estos conventos hay que sumar el primero del Carmelo masculino que funda con San Juan de la Cruz en Duruelo (1567). Santa Teresa conoció a San Juan de la Cruz en Medina del Campo contando ella 52 años y él 24, y le convenció para unirse a la reforma, olvidando sus planes de retirarse a la cartuja de El Paular.
Regresando de la fundación de Burgos, hace parada en Medina del Campo, pero es requerida en Alba de Tormes por la Duquesa de Alba. Está enferma y agotada. Muere en brazos de Ana de San Bartolomé la noche del 4 de Octubre al 15 de Octubre de 1582 (y esto por coincidir con el cambio del calendario Juliano al Gregoriano).
Muere sin haber publicado ninguna de sus obras, sin haber logrado fundar en Madrid (a pesar de su ilusión), sin haber separado la orden de descalzos de la de calzados y con dudas sobre si sus monasterios se podrían mantener con el espíritu que ella infundió.
Teresa escribió muy poco por iniciativa suya, muchas cartas, alguna poesía y anotaciones. Pero sus obras maestras son fruto de la obediencia a sus superiores, que veían el interés de que escribiera sus experiencias y enseñanzas. Y así comienza todos sus escritos mayores aceptando su encargo con obediencia, pero con notable esfuerzo por su parte.
Escribir le supone un esfuerzo importante, lo hace, en ocasiones, ocupando la otra mano con la rueca, tal y como ella explica: “…  casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar y por estar en casa pobre y con hartas ocupaciones”  (Vida 10,7)
La Inquisición vigiló muy de cerca sus escritos temiendo textos que incitaran a seguir el cisma iniciado en Europa, o se alejaran en algún punto de la recta doctrina. Muchos de sus textos están autocensurados, temiendo esta vigilancia. Su manuscrito “Meditaciones Sobre El Cantar de los Cantares” lo quemó ella misma por orden de su confesor, en una época en que estaba prohibida la difusión de las Sagradas Escrituras en romance.
Su vida es fiel reflejo de lo que avisaba a sus monjas: que las gracias recibidas en la oración son para darnos fuerza en servir a los demás. Aunque Teresa es conocida por lo elevado de las gracias místicas y visiones que recibe, su oración no la aparta del mundo, sino que hace que se entregue con especial fuerza y respaldo a las obras que le son encomendadas sufriendo en viajes, discusiones y continuas trabas, burlas y desplantes de sus contemporáneos.
Fue beatificada por Pablo V en 1614, canonizada por Gregorio XV en 1622, y nombrada doctora de la Iglesia Universal por Pablo VI en 1970. La primera mujer de las tres actuales doctoras de la Iglesia. Las otras son Santa Catalina de Siena y otra carmelita descalza: Santa Teresita del Niño Jesús.

Fuente: http://www.santateresadejesus.com/

martes, 13 de octubre de 2020

EFEMÉRIDES | XXI aniversario de la Erección Canónica de nuestra Hermandad.

 

Tal día como hoy, el 13 de octubre de 1999, el obispo de Jaén, Mons. Santiago García Aracil, aprobaba los Estatutos y erigía canónicamente a nuestra hermandad.









lunes, 12 de octubre de 2020

Festividad de la Virgen del Pilar

Hoy celebramos la festividad de la Virgen del Pilar patrona de España y titular de nuestra parroquia y a la que portamos en el paso de palio de María Santísima de las Penas cada madrugá.
 

viernes, 9 de octubre de 2020

CULTOS | Cultos en honor de María Santísima de las Penas, 2020


 Los días 15, 16 y 17 de octubre a las 20:30 h en la parroquia de Santa Teresa se celebrará en honor de María Stma. de las Penas solemne triduo, precedido por el rezo del Santo Rosario. El día 17 tras la celebración de la Eucaristía, se rezará el Rosario de Candelas. Los cultos serán presididos por D. Ildefonso Fernández de la Torre.

lunes, 5 de octubre de 2020

Festividad de San Francisco de Asís


(Giovanni di Pietro Bernardone; Asís, actual Italia, 1182 - id., 1226) Religioso y místico italiano, fundador de la orden franciscana. Casi sin proponérselo lideró San Francisco un movimiento de renovación cristiana que, centrado en el amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad, tuvo un inmenso eco entre las clases populares e hizo de él una veneradísima personalidad en la Edad Media. La sencillez y humildad del pobrecito de Asís, sin embargo, acabó trascendiendo su época para erigirse en un modelo atemporal, y su figura es valorada, más allá incluso de las propias creencias, como una de las más altas manifestaciones de la espiritualidad cristiana.

Hijo de un rico mercader llamado Pietro di Bernardone, Francisco de Asís era un joven mundano de cierto renombre en su ciudad. Había ayudado desde jovencito a su padre en el comercio de paños y puso de manifiesto sus dotes sustanciales de inteligencia y su afición a la elegancia y a la caballería. En 1202 fue encarcelado a causa de su participación en un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia. Tras este lance, en la soledad del cautiverio y luego durante la convalecencia de la enfermedad que sufrió una vez vuelto a su tierra, sintió hondamente la insatisfacción respecto al tipo de vida que llevaba y se inició su maduración espiritual.

Del lujo a la pobreza

Poco después, en la primavera de 1206, tuvo San Francisco su primera visión. En el pequeño templo de San Damián, medio abandonado y destruido, oyó ante una imagen románica de Jesucristo una voz que le hablaba en el silencio de su muda y amorosa contemplación: "Ve, Francisco, repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina". El joven Francisco no vaciló: corrió a su casa paterna, tomó unos cuantos rollos de paño del almacén y fue a venderlos a Feligno; luego entregó el dinero así obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo.

Esta acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en su hijo cierta tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora en aquel donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos sudores le costaba. Por ello llevó a su hijo ante el obispo de Asís a fin de que renunciara formalmente a cualquier herencia. La respuesta de Francisco fue despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas a su progenitor, renunciando con ello, por amor a Dios, a cualquier bien terrenal.

A los veinticinco años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad natal y se dirigió a Gubbio, donde trabajó abnegadamente en un hospital de leprosos; luego regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios brazos, pidiendo materiales y ayuda a los transeúntes, las iglesias de San Damián, San Pietro In Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula. Pese a esta actividad, aquellos años fueron de soledad y oración; sólo aparecía ante el mundo para mendigar con los pobres y compartir su mesa.

La llamada a la predicación

El 24 de febrero de 1209, en la pequeña iglesia de la Porciúncula y mientras escuchaba la lectura del Evangelio, Francisco escuchó una llamada que le indicaba que saliera al mundo a hacer el bien: el eremita se convirtió en apóstol y, descalzo y sin más atavío que una túnica ceñida con una cuerda, pronto atrajo a su alrededor a toda una corona de almas activas y devotas. Las primeras (abril de 1209) fueron Bernardo de Quintavalle y Pedro Cattani, a los que se sumó, tocado su corazón por la gracia, el sacerdote Silvestre; poco después llegó Egidio.

San Francisco de Asís predicaba la pobreza como un valor y proponía un modo de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios. Hay que recordar que, en aquella época, otros grupos que propugnaban una vuelta al cristianismo primitivo habían sido declarados heréticos, razón por la que Francisco quiso contar con la autorización pontificia. Hacia 1210, tras recibir a Francisco y a un grupo de once compañeros suyos, el papa Inocencio III aprobó oralmente su modelo de vida religiosa, le concedió permiso para predicar y lo ordenó diácono.

Con el tiempo, el número de sus adeptos fue aumentando y Francisco comenzó a formar una orden religiosa, llamada actualmente franciscana o de los franciscanos, en la que pronto se integraría San Antonio de Padua. Además, con la colaboración de Santa Clara, fundó la rama femenina de la orden, las Damas Pobres, más conocidas como las clarisas. Años después, en 1221, se crearía la orden tercera con el fin de acoger a quienes no podían abandonar sus obligaciones familiares. Hacia 1215, la congregación franciscana se había ya extendido por Italia, Francia y España; ese mismo año el Concilio de Letrán reconoció canónicamente la orden, llamada entonces de los Hermanos Menores.

Por esos años trató San Francisco de llevar la evangelización más allá de las tierras cristianas, pero diversas circunstancias frustraron sus viajes a Siria y Marruecos; finalmente, entre 1219 y 1220, posiblemente tras un encuentro con Santo Domingo de Guzmán, predicó en Siria y Egipto; aunque no logró su conversión, el sultán Al-Kamil quedó tan impresionado que le permitió visitar los Santos Lugares.

Últimos años

A su regreso, a petición del papa Honorio III, compiló por escrito la regla franciscana, de la que redactó dos versiones (una en 1221 y otra más esquemática en 1223, aprobada ese mismo año por el papa) y entregó la dirección de la comunidad a Pedro Cattani. La dirección de la orden franciscana no tardó en pasar a los miembros más prácticos, como el cardenal Ugolino (el futuro papa Gregorio IX) y el hermano Elías, y San Francisco pudo dedicarse por entero a la vida contemplativa.

Durante este retiro, San Francisco de Asís recibió los estigmas (las heridas de Cristo en su propio cuerpo); según testimonio del mismo santo, ello ocurrió en septiembre de 1224, tras un largo periodo de ayuno y oración, en un peñasco junto a los ríos Tíber y Arno. Aquejado de ceguera y fuertes padecimientos, pasó sus dos últimos años en Asís, rodeado del fervor de sus seguidores.

Sus sufrimientos no afectaron su profundo amor a Dios y a la Creación: precisamente entonces, hacia 1225, compuso el maravilloso poema Cántico de las criaturas o Cántico del hermano sol, que influyó en buena parte de la poesía ascética y mística española posterior (Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz). San Francisco de Asís falleció el 3 de octubre de 1226. En 1228, apenas dos años después, fue canonizado por el papa Gregorio IX, que colocó la primera piedra de la iglesia de Asís dedicada al santo. La festividad de San Francisco de Asís se celebra el 4 de octubre.

Obras de San Francisco de Asís

Privadas de datos cronológicos, las obras de San Francisco de Asís documentan, no la vida del santo, sino el espíritu y el ideal franciscanos. Gran parte de estos escritos se ha perdido, entre ellos muchas epístolas y la primera de las tres reglas de la orden franciscana (compuesta en 1209 o 1210), que recibió la aprobación oral de Inocencio III.

Sí que se conserva la llamada Regla I (en realidad segunda), compuesta en 1221 con la colaboración, por lo que hace referencia a los textos bíblicos, de Fray Cesario de Spira. Esta regla (llamada no sellada porque no fue aprobada con el sello papal) consta de veintitrés capítulos, de los cuales el último es una plegaria de acción de gracias y de súplica al Señor, y reúne las normas, amonestaciones y exhortaciones que San Francisco dirigía a sus cofrades, las más veces en ocasión de los capítulos de la orden.


La Regla II, en realidad tercera (y llamada sellada, puesto que recibió la aprobación pontificia el 29 de noviembre de 1223), consta de sólo doce capítulos y no es más que una repetición más concisa y ordenada de la precedente, respecto a la cual no presenta (como algunos investigadores han querido afirmar) novedades sustanciales. Es la que continúa en vigor en la orden franciscana. En el Testamento, escrito en vísperas de su muerte e impuesto como parte integrante de la regla, San Francisco lega a sus compañeros de orden, como el mayor tesoro espiritual, a madonna Pobreza.

En la primera edición completa de las obras de San Francisco de Asís (la de Wadding), fueron diecisiete las epístolas reputadas auténticas, pero su número se vio muy disminuido en las ediciones críticas posteriores. La exhortación a la penitencia y a la virtud, la importancia de la pobreza y del amor a Dios y los preceptos de la orden son algunos de los temas recurrentes de su epistolario. Se conservan asimismo unas pocas poesías religiosas en latín.

Otras obras destacadas son las Admonitiones, que contienen indicaciones de San Francisco para la recta interpretación de la regla, y De religiosa habitatione in eremo, dirigida a los frailes deseosos de llevar una vida eremítica. Las Admonitiones muestran sus ideas morales en advertencias prácticas dadas a sus hermanos, fruto de un continuo análisis de la propia vida interior. Fundada en los evangelios y las Epístolas de San Pablo, esta moral se halla centrada por completo en el primer precepto, el del amor a Dios por sí mismo y como único bien, del que todos los demás proceden y que se sitúa por encima de todas las cosas: quien ama al Señor de esta forma lo posee ya interiormente en la medida en que comprende que, sin Él, la razón de nuestra vida se hundiría en las tinieblas y la nada.

El Cántico de las criaturas

A estas obras, todas ellas de alta significación espiritual, debe sumarse una que reviste además una gran importancia literaria: el Cántico de las criaturas (llamado también Laudes creaturarum o Cántico del hermano Sol), redactado probablemente un año antes de su muerte. Según refiere la leyenda, la escritura de este poema fue un don y el remedio para su avanzada ceguera. Se trata de una plegaria a Dios, escrita en dialecto umbrío y compuesta de 33 versos que no tienen un metro regular. La rima repite el mismo modelo estilístico de la prosa latina medieval y de la poesía bíblica, sobre todo el del Cantar de los cantares.

La plegaria, cuyo ritmo lento recuerda los rezos matutinos, es de una extraordinaria belleza. Comienza elogiando la grandeza de Dios y continúa con la belleza y la bondad del sol y los astros, a los que alaba como hermanos; para la humildad del hombre reclama el perdón y la dignidad de la muerte. La maestría poética con que quedó expresado en esta composición el ideal franciscano tuvo importantes consecuencias literarias y religiosas. No hay que olvidar que su movimiento espiritual estaba formado en su mayor parte por gente del pueblo que utilizaba la lengua vulgar; los cantos de esta multitud de seguidores que recorrían campos y villas se llamaron laudes, y luego fueron recogidos en los laudarios o libros de rezos de las cofradías de devotos. La influencia del poema de San Francisco y de su literatura derivada se haría visible en la poesía ascética y mística del Renacimiento.

Fuente:
Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografía de San Francisco de Asís. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/francisco_asis.htm el 5 de octubre de 2020.